“¡NO HAGAS NADA HASTA QUE HAYAS LEVANTADO EL PIE DEL ACELERADOR!”
Hace como 50 años, un amigo mío, un predicador que conocí en mi juventud llamado Felipe, visitó con hermanos en Australia y tuvo la experiencia de viajar con un hermano anciano, quien al final de su vida, había aprendido a manejar un auto. O, al menos el hermano pensó haberlo aprendido.
Aprendió a arrancar el coche con pasos metódicos que el había memorizado:
- Apoye firmemente los pies en el piso del auto,
- Suelte el freno de emergencia,
- Ponga la mano en la palanca de cambios,
- Active el embrago (era un auto con transmisión manual),
Y así en adelante.
Sin embargo, al llegar el auto a un semáforo con mi amigo Felipe como pasajero, el motor se paró, y el hermano anciano tuvo que pasar por cada «paso» que había memorizado para arrancarlo de nuevo. Pero estaba nervioso y soltó muy rápidamente el embrague y el motor se paró otra vez. Toda la gente atrás comenzó a tocar la bocina. El hermano, más nervioso que nunca por el sonido de tantas bocinas atrás, comenzó otra vez a repetir su lista memorizada: (1) Apoye firmemente los pies en el piso del auto, (2) ponga la mano en la palanca de cambios, etcétera.
Finalmente, el coche se puso en marcha de nuevo, pero ahora la luz había cambiado y el tráfico de la calle que cruzaba estaba pasando delante de ellos. Cuando cambió el semáforo otra vez, el hermano anciano, en su confusión presionó el embrague y el acelerador a la misma vez. Como resultado, el motor rugió pero el carro no se movió. El pobre hermano anciano miró suplicante a mi amigo en busca de instrucciones.
Mi amigo, le dijo con calma: «Jorge, ¡no hagas nada hasta que hayas levantado el pie del acelerador!”
¿No es buen consejo para todos nosotros en cada aspecto de nuestra vida? No hagamos nada hasta que hayamos levantado el pie del acelerador.
A veces nos metemos en controversias con hermanos y amigos. Todo se calienta, reina la confusión ¿y qué vamos a hacer? Es bueno recordar las palabras, «No hagamos nada hasta que hayamos levantado el pie del acelerador”.
Proverbios 26:20 dice, “Por falta de leña se apaga el fuego” (Prov. 26:20). No significa que todos los problemas cesarán si se los deja solos. Pero sigue el sabio, «Y donde no hay chismoso, se calma la discusion”. Podemos dar leña a las disputas con chismes y con comentarios imprudentes. Sin darnos cuenta, podemos agitar todo a un calor blanco. Así se agita un nido de avispas y todos sufren.
Jamás nos olvidemos – “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor”. (Prov. 15:1) La solución muchas veces cuando todo se calienta es sencillamente detenernos y calmarnos. Como dijo mi amigo, Felipe, al anciano que estaba aprendiendo a manejar – «No hagamos nada hasta que hayamos levantado el pie del acelerador » (Por Robert Turner, adaptado un poco)