LA TORTUGA Y LA LIEBRE

LA TORTUGA Y LA LIEBRE

Una moraleja espiritual

De «Creced» 6/2011

El fabulista, Esopo, escribió acerca de una liebre que tuvo tanta confianza en su carrera con una tortuga que brincó y corrió por aquí y por allá, dejándose distraer primero por una cosa y luego por otra, mientras que la tortuga proseguía lentamente pero con determinación hacia la meta. Así fue la tortuga que ganó la competencia y no la liebre. Varios escritores como Jean de La Fontaine y Félix María Samaniego han sacado varias moralejas de la historia a través de los años, pero quizás la mejor es una espiritual.

El Predicador dijo, “no es de los ligeros la carrera” (Eclesiastés 9:11). Aun así, tendemos a dejarnos impresionar por actividades de cualquier tipo, a veces sin tomar en cuenta si ellas provienen de Dios. Algunos corren frenéticamente por aquí y por allá, según ellos “para el Señor,” promoviendo primero un proyecto y luego otro, pero sin apoyo de la palabra de Dios. A veces critican a los cristianos menos ruidosos y les tildan de muertos, sin darse cuenta que éstos proceden con determinación hacia la meta, sin tratar de llamar la atención a sí mismos ni dejarse distraer por los inventos humanos.

La iglesia en Sardis tenía nombre de estar viva, quizás por sus muchas actividades o grandes números, pero Dios la tuvo por muerta (Apoc. 3:1). En contraste, la iglesia de Esmirna era pobre según algunas perspectivas pero Dios la tuvo por rica (Apoc.2:9). La de Filadelfia tenía poca fuerza, quizás pocos números o recursos, pero para Dios era fuerte porque había guardado la palabra y no había negado el nombre de Dios (Apoc. 3:8).

Es verdad que en algunos aspectos la mayor parte de nosotros debemos ser más activos en el servicio del Señor. Pero la actividad en sí no es necesariamente señal de espiritualidad ni garantía de la salvación, especialmente si es una actividad no basada en la palabra de Dios sino en la presunción humana. Mejor es un camino humilde pero con determinación hacia la meta. Aunque no llame la atención de los superficiales, ¡impresiona a Dios!

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