¿CUAL ES EL EJE DE NUESTRO MENSAJE? ¿CRISTO? O ¿LA IGLESIA?
Un tratado proclama con orgullo que la Iglesia de Cristo «ya está establecida en 115 países y cuenta con 3,000,000 miembros organizados en 20,000 congregaciones».
* Un cristiano hablando de sus esfuerzos para evangelizar dijo, «les hablé de la Iglesia pero no quisieron hacerme caso». (¿Les habría hablado de Cristo?)
* Otro tratado súplica, «Investigue la Iglesia de Cristo».
Son esfuerzos para atraer a la gente a una asociación «semioficial» de iglesias locales llamada «La Iglesia de Cristo» la cual algunos han inventado en su mente.
Pero, ¿qué es la verdadera iglesia de Cristo? Es el grupo de todos los individuos salvos en el mundo (Hechos 2:47). ¿Habrán tres millones de salvos? ¡Solamente Dios sabe! Al dar el censo de «La Iglesia de Cristo» es obvio que algunos no tienen en mente la definición bíblica de ella (todos los salvos en el mundo) sino la tienen como una liga «semioficial» de iglesias locales. ¡Tienen un concepto sectario!
Al esforzarnos en atraer a la gente a la iglesia, lo que hacemos en actualidad es tratar de atraerles a nosotros mismos, porque nosotros somos la iglesia. ¿Alguien nos necesita a nosotros para ser salvos? ¿Queremos que la gente nos investigue a nosotros con todas nuestras fallas? ¿Somos capaces para perdonar los pecados? ¡Solo Cristo puede salvar y solo El debe ser el eje del evangelio que predicamos!
¿NO ES LA IGLESIA DE SUMA IMPORTANCIA?
¡Sí somos importantes! Nosotros (la iglesia) tenemos tanta importancia que Cristo murió por nosotros (Ef. 5:25). Pero al decir que Cristo murió por la iglesia, no pensemos que murió por una asociación de iglesias locales. Jesús murió por individuos: por José, María, Roberto, Elena, etc. Es lo que es la iglesia, individuos salvados por la gracia de Dios. Cristo no murió por una alianza «establecida en 115 paises» la cual cuenta con «3,000,000 miembros organizados en 20,000 congregaciones». ¡Borremos este concepto sectario de la mente!
Prediquemos a Cristo y no a nosotros mismos (II Cor. 4:5). Una vez que la gente se entregue en verdad a El, es añadida a Su cuerpo, y acepta Sus enseñanzas en cuanto a la vida cotidiana y la conducta en los grupos (iglesias) locales que pertenecen a El.