«TESTIMONIOS»
En las reuniones de algunas sectas diferentes miembros hablan de experiencias personales las cuales, según ellos, indican la intervención directa de Dios para salvarles, sanarles y proveerles bendiciones. Lamentablemente hay muchos abusos con estos «testimonios»:
ABUSOS COMUNES
* Contradicen muchas veces la palabra de Dios: Afirman muchos en sus «testimonios» haber sido salvos al ver ángeles, tener visiones o por alguna otra experiencia subjetiva. Pasan por alto que somos bautizados en Cristo (Gal. 3:26,27). Confían más en testimonios como señal de su salvación que la palabra de Dios.
* Son subjetivos y no objetivos: Dan énfasis a los sentimientos y las emociones y no a la regla objetiva dada por Dios, Su palabra. La fe verdadera se basa en la palabra de Dios (Romanos 10:17) y no en testimonios modernos.
* A veces promueven el egoísmo. Muchos se gloríen en si mismos al dar su testimonio, jactándose y tratando de llamar la atención a si mismos.
* Mujeres violan el principio de sujeción. Las mujeres no deben tomar una posición de autoridad sobre el hombre (1 Cor 14:34,35; 1ra Timoteo 2:11,12), sin embargo, muchas lo hacen al dar sus «testimonios».
«TESTIMONIOS» EN EL NUEVO TESTAMENTO
A pesar de estos abusos, la Biblia habla de ocasiones en las cuales los cristianos se animaron por relatar historias de la obra de Dios entre ellos. Por ejemplo, Pablo habló varias veces de su conversión (Hechos 22, 26). El y Bernabé «refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (Hechos 14:27). Jesús dijo al endemoniado que el sanó, «Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti» (Marcos 5:19).
Me he animado al oír cómo muchos han dejado el mundo y el sectarismo para servir a Cristo. A veces relato estas experiencias en mis enseñanzas y predicaciones para animar a otros. Por todas estas razones, creo que a pesar de los abusos que se ven en el mundo evangélico, no es malo en sí relatar a otros nuestras experiencias personales con Dios y con Su palabra. Pero ¿cómo evitar errores como los mencionados arriba?
EVITANDO ABUSOS
Los siguientes principios pueden ayudarnos a evitar abusos al hablar del poder de Dios en nuestras vidas:
(1) No llamarlos «testimonios». La palabra «testigo» (MARTUS o, MARTUR) fue aplicada en forma especial en el Nuevo Testamento a los que vieron con sus ojos a Jesucristo y su resurrección . Nuestra palabra «mártir» viene de esta palabra griega y se refiere a uno que da su vida por proclamar lo que ha visto. Aunque no quiero dar ninguna regla en cuanto al uso de esta palabra, prefiero llamar relatos de experiencias personales, «ilustraciones» o «experiencias personales» dejando la palabra «testimonio» para referirse en la esfera espiritual a lo dicho por los que vieron a Jesús (Heb. 2:3,4).
(2) El relato de la experiencia personal debe ser dado para ilustrar una verdad bíblica y no para establecer en sí alguna verdad. Ninguna ilustración establece la verdad, solamente debe apoyarla. Si queremos hablar de cómo Dios nos ayudó a dejar el sectarismo o el mundo, demos los textos bíblicos que nos motivaron a llegar a Cristo y no hablemos de sueños, visiones u otros experiencias subjetivas. Dios nos llama por el evangelio (2da Tes. 2:14) y no por nuestros sentimientos. Es la palabra que nos salva (2da Pedro 1:23; Santiago 1:21).
¡La palabra de Dios debe ser el enfoque de las reuniones de los santos y no experiencias personales! Relatos de éstas deben ser dadas solamente para ilustrar ésa.
(3) Respetemos el principio de sujeción. Aunque hay circunstancias en las cuales las mujeres pueden contar del poder de Dios en sus vidas, no deben hacerlo cuando toda la congregación se reúne para oír discursos espirituales (1ra Corintios 14:23,34,35) ni al tomar una posición de autoridad sobre el hombre (1ra Timoteo 2:11,12).
(4) Debemos evitar declaraciones subjetivas acerca de la intervención directa de Dios. Aunque toda bendición es de Dios y debemos dar gracias a El por todo, creo que algunos hermanos hablan de lo que no saben cuando afirman públicamente la intervención directa de Dios en su vida. Dicen,
* «Sé que fue Dios que intervino para conseguirme este puesto».
* «Dios intervino en forma directa para sanar a mi hijo».
* Una señora me dijo una vez, » No hubo espacio para poner mi lavadora en la casa, pero oramos y Dios abrió espacio para la lavadora».
La verdad es que no sabemos cuando Dios interviene directamente en nuestras vidas, o cómo lo hace. Es un tema sumamente profundo y difícil. Hay dos problemas principales con afirmaciones subjetivas como las dadas arriba:
(a) Sectarios y ateos se mejoran de sus enfermedades, consiguen buenos puestos y encuentran espacio para lavadoras. ¿Estamos dispuestos para afirmar que Dios interviene directamente en sus vidas para conseguirles estas bendiciones?
(b) Hay cristianos fieles que no consiguen buenos puestos, no se sanan y no encuentran «espacio para lavadoras». ¿Cómo se sienten ellos al oír nuestras afirmaciones de intervención directa? ¿Estamos diciendo que Dios hace acepción de personas y consigue puestos, sanidad física y «lugar para lavadoras» para nosotros y no para ellos?
Demos gracias a Dios por toda bendición (Santiago 1:17). Pero al relatar experiencias personales, hablemos de lo que sabemos: la salvación y la esperanza del cielo y no de la intervención directa u otras cosas que no podemos probar.
Animemos unos a otros al contar las grandes cosas que el Señor ha hecho con nosotros. Pero evitemos los abusos comunes que se ven en el mundo religioso con los «testimonios».