La mejor motivación

La mejor motivación

 

De «Creced» 10/2017

Con los hijos

1. El temor al castigo – Cuando mis hijos eran pequeños a veces se motivaban más que nada por el temor al castigo. Tuve que decirles bastantes veces, “Si no me obedeces, tendré que castigarte.” Era importante que aprendieran a temer el castigo (Proverbios 13:24; 29:15, etc.), pero no era la motivación ideal porque a veces solamente hacían lo suficiente para evitar el castigo.

2. La esperanza de un premio – Cuando llegaron a ser más grandes yo podía motivarlos con la esperanza de un premio — “Si limpias tu cuarto, te voy a dar un helado.” Pero, aunque era mejor motivarlos así que con el temor al castigo, la esperanza de un premio tampoco era ideal. A veces, mis hijos querían limpiar solamente lo suficiente para recibir el helado. Era una limpieza bastante superficial y la única meta era la de pasar la inspección suficientemente para recibir el helado.

3. El amor – Ahora que mis hijos son adultos, saben que no puedo castigarles ni ofrecerles muchos premios. Aun así, siempre buscan formas para servirme y ayudarme. Jamás lo hacen a medias sino de todo corazón. Es que ahora son motivados por el amor, la mejor motivación.

Con Dios

El temor al castigo – Algunos se motivan más que nada por el temor al castigo de Dios. Dios se esforzó mucho en motivar a los judíos a arrepentirse a través de las advertencias del castigo, especialmente en los profetas. Hay otros ejemplos…

2 Corintios 6:11 “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres.”

Hebreos 12:29 “Nuestro Dios es fuego consumidor.”

Aunque el temor al castigo no es una motivación ilegítima, no es la ideal. El problema es que muchos que se motivan así parecen tener en mente hacer lo mínimo para evitar el castigo. Dicen, “¿Tú me dices que voy al infierno si no asisto a las reuniones durante la semana?” La idea parece ser, “Quiero asistir lo mínimo posible para no ir al infierno.” Y así preguntan en cuanto a muchas otros prácticas, “¿Iré al infierno si… tomo una cerveza, voy a una discoteca, llevo este traje de baño a la playa, veo esta película, etcétera? La idea parece ser, “Yo quiero acercarme lo más que yo pueda a las actividades cuestionables del mundo, pero sin pasar el límite que me lleva al infierno.”

La esperanza del premio – También es una motivación legítima. ¿Cuántas veces el Nuevo Testamento habla de nuestra esperanza de vida eterna (Mateo 19:29; Juan 3:16; 4:14; 2 Cor. 4:17; Juan 5:13,14; Apoc. 21:4; etcétera)? Pero si la esperanza de un premio es nuestra única motivación, podemos caer en la trampa de hacer solamente lo mínimo para recibir el premio. Tiene que haber una motivación que va más allá de la esperanza de un premio.

La fe que obra por el amor

El amor – “…Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.”

Cuando llegamos a amar de verdad a Dios, porque él nos amó primero (1 Juan 4:19), entonces dejamos de tratar de hacer lo mínimo para evitar el castigo o para recibir el premio. Nuestros corazones rebosan de gratitud por sus sacrificios y sus bendiciones que sobrepasan nuestra comprensión. Con gozo oramos, servimos a otros, asistimos a las reuniones, evitamos prácticas cuestionables, etcétera porque es el amor que nos motiva. Es lo que ha motivado a Dios a sacrificar para nosotros y lo que debe motivarnos a servirle a él. ¡El amor es la mejor motivación!

(Idea de un mensaje de Sewell Hall)

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