El verdadero costo de la pornografía
Una respuesta a un artículo de la revista “Time“ escrito por un periodista norteamericano
Por David French
De «Creced» 6/2015
Justo al comenzar a pensar que la moralidad progresiva no podría asombrarme más, aparece la revista “Time” (una revista “liberal” estadounidense) para probar que yo estaba equivocado al pensar así. La semana pasada la revista tuvo una larga historia de la portada acerca de la saturación sin precedentes de la pornografía en la cultura norteamericana, citando estadísticas para lamentar, “la amenaza a la virilidad.” Así, según la revista, el problema más grande con la pornografía es que arruina la oportunidad de América para tener buen sexo.
La pornografía hace que los hombres sean patéticos. Su verdadero costo no es tanto la pérdida de la virilidad, sino la corrosión de los valores que sostienen la vida familiar. Una generación de jóvenes ahora está experimentado el alto costo de los bajos morales.
Resulta que algunos hombres dicen tener problemas sexuales después de vivir vidas saturadas con la pornografía cuando eran jóvenes y algunas mujeres reportan que se sienten presionadas a portarse como estrellas porno durante sus momentos más íntimos. En otras palabras, las mentes de algunos hombres han sido tan dañadas que tienen que usar la pornografía o tener encuentros como los de la pornografía para satisfacerse sexualmente.
Es humorístico que ahora los progresistas están comenzando a cuestionar la pornografía solamente porque consume a los suyos. Cuando la liberación sexual en un área resulta en menos placer sexual en otra, nadie de la izquierda sabe qué hacer.
Pero, aunque las ideas de los progresistas proveen un tipo de humor negro, la realidad de la intimidad perdida es trágica. No puedo contar el número de amigos y vecinos cuyos matrimonios han sido impactados por la pornografía—de esposas que se sienten traicionadas al descubrir la pornografía en la computadora de sus maridos y de maridos que ya no se sienten atracción hacia sus esposas. He visto que la pornografía causa el divorcio y la he visto causar en las parejas que luchan para reedificar lazos sexuales y emocionales que han sido raídos. Paso a paso la pornografía erosiona los valores morales y al deteriorarse el carácter de los individuos, la cultura se decae.
La pornografía obliga al joven a mentir y a engañar. Raras veces se encuentra una familia que entrega un teléfono inteligente al muchacho y le dice, “Hijo, si vas a ver la pornografía, te recomiendo este sitio.” No, el hijo va a ser furtivo. Va a tratar de eludir el software que bloquea la pornografía. Aprende a borrar el historial del Internet para esconder lo que está haciendo. Jura que aunque sus amigos vean la pornografía, él jamás lo haría.
“Confíen en mí,” les dice a sus padres. “Ustedes me criaron bien.”
La gratificación instantánea es la misión y el propósito de la pornografía. El concepto de dominio propio es ajeno a la cultura de la pornografía. El momento en que la gratificación deje de ser instantánea, siempre hay una nueva forma de pornografía, dispuesta para endrogar a su víctima de otra forma. El placer siempre tiene que intensificar. El sexo llega a ser como una transacción, completamente ajeno del propósito de Dios que no es meramente la reproducción, sino también el cementar el lazo entre un hombre y una mujer para toda la vida.
Al pensar en la decadencia de la familia y el aumento de la desesperación cultural, es difícil imaginar vicios más destructivos a la vida comunal que el engaño, la gratificación instantánea y el sexo transaccional. Por otro lado, las virtudes de la verdad, el dominio propio y la intimidad genuina son vitales para la salud de cualquier familia. Todos quieren poder confiar en otros. Quieren los beneficios que vienen por el dominio propio. Quieren la verdadera intimidad en vez del placer momentáneo. Pero el vivir conforme a estas virtudes no es asunto de prender una luz. Es raro encontrar a alguien que vive como libertino, pero de repente llega a ser responsable al encontrar el verdadero amor. La vida virtuosa requiere la devoción, la instrucción moral, el verdadero esfuerzo, y la verdadera responsabilidad. Aun así, nuestra cultura trata de establecer la moralidad en base del consentimiento y no del carácter y entonces se siente extrañamente perplejo cuando el resultado es la angustia. (Por David French, traducido y adaptado un poco.)