Dos errores frente al “liberalismo”

Dos errores frente al “liberalismo”

 

De «Creced» 12/2016

Estoy observando un intercambio en “Facebook” acerca de una congregación “liberal” en la ciudad de Nueva York. (Más acerca del uso de la palabra “liberal” en la barra lateral.) La congregación en cuestión tiene un video en el cual se ven un coro y mujeres encargadas de las oraciones, de la cena, de la lectura de la palabra, etcétera. La congregación comparte proyectos espirituales con varios grupos evangélicos y judíos (el ecumenismo) y tiene otras prácticas erróneas de la corriente principal del mundo evangélico.

¿Cómo debemos responder a este tipo de error que está afectando más y más a iglesias que afirman ser de Cristo?

El camino del reparón

Es muy fácil ser como el fariseo de Lucas 18:9-14 y señalar los defectos de otros para sentirnos superiores a ellos delante de Dios. Lo sé porque he tenido que luchar yo en contra de esta tendencia en mí mismo. “¡Miren como ellos se han desviado en la adoración y la organización! Pero yo no soy como ellos. Estoy en la verdad.”

Pero al señalar a los hermanos “liberales” por sus desvíos en cuanto a lo externo, ¿cómo estoy yo en lo interno? ¿Soy orgulloso? ¿Me dedico a la oración y al servicio humilde a otros como debo? Si no tengo cuidado, mi orgullo puede revelarse cuando comienzo a señalar los errores de otros. Si otros ven mi orgullo al retar a hermanos en forma personal y al señalar sus defectos con sarcasmo, es probable que mis esfuerzos, en vez de adornar la doctrina (Tito 2:10), la hagan repugnante a otros. Jesús condena este espíritu tanto en Lucas 18:9-14; Mateo 7:1; Mateo 23 como en otros textos. Pablo lo condena en Romanos 2:17-24. Era un peligro en el primer siglo y lo es hoy.

La Palabra “liberal”

La palabra «liberal» es una palabra cargada y puede ser empleada en muchos sentidos, tantos buenos como malos. No creo que es malo en sí usarla ya que implica muchas veces, el no ser estricto. Pero al emplear esta expresión, tenemos que ser justos, amorosos y específicos. Creo que hay tres peligros que debemos tener en mente al usar la palabra «liberal»:

(1) El hablar de un «fragmento» de la iglesia universal. No creo que sea sabio hablar de «la iglesia liberal» porque algunos van a tener esta expresión como una descripción de algún fragmento de la iglesia universal. La Biblia no habla de «la iglesia nicolaita» ni «la iglesia baalamista» aunque existían estos peligros en el primer siglo. Tampoco debemos hablar de “la iglesia liberal” aunque es verdad que el “liberalismo” en el sentido de no tener cuidado con la autoridad de las escrituras, sí es un peligro.

(2) El no ser exacto y por tanto, no ser justo con el uso de ella. Hay muchos sentidos en los cuales uno puede ser «liberal» y debemos ser justos al usar la palabra y decir por nuestras palabras o el contexto en el cual estamos escribiendo, en qué sentido estamos hablando de «liberalismo.» En algunos sentidos todos debemos ser «liberales», por ejemplo, con respecto a nuestras ofrendas.

(3) No usarla con malicia: Temo que algunos hermanos emplean el término «liberal» como un apodo despectivo para crear prejuicio. Si emplean el término así con hostilidad, son tan errados como los hermanos que así nos tildan con malicia de «anti.» No debemos contaminarnos con la malicia de otros, sino debemos vencer con el bien el mal (Romanos 12:21).

El camino del solapador

Y luego vemos a los solapadores, los que esconden el hecho que existe la apostasía o actúan como si no fuera gran cosa. “No juzguen,” dicen ellos y al decirlo no toman en cuenta el contexto de Mateo 7:1 ni del hecho que tenemos que hacer “justo juicio” para discernir entre la verdad y el error (Juan 7:24).

No es malo pedir autoridad bíblica. Al contrario es esencial hacerlo (véase el artículo en el boletín Creced de junio y julio de este año). Las lecciones de la Biblia y de la historia deben educarnos en cuanto al peligro de imitar a las religiones falsas alrededor de nosotros como lo están haciendo tantos hermanos hoy en día. Condenar a los que piden autoridad bíblica y señalan la apostasía (cuando lo hacen con respeto y amor) es condenar una práctica de suma importancia.

El camino de Cristo

El camino de Cristo no es el del reparón ni del solapador. Es estar alerta al peligro de la apostasía (1 Timoteo 4:1-5; 2 Tim. 3:1-5; 4:1-5; etc.). Sin embargo, cuando es posible, hace las advertencias contra ella y contra todo error con espíritu de mansedumbre (Gálatas 6:1,2; Timoteo 2:24-26; Col. 3:12-14; etcétera). Es esencial evitar a todo costo el corregir a otros con un espíritu de orgullo y de superioridad. ¿Firmeza? ¡Sí! ¿Estridencia? ¡No!

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