¿Lloramos por los dulces?
De «Creced» 2/2009
Se relata la historia de un accidente trágico de tránsito. Al llegar los auxiliares al escenario encontraron que la conductora de un auto involucrado, había fallecido debido al trauma del accidente. Sin embargo, en el asiento de atrás del auto encontraron a un niño de alrededor de dos años que había salido ileso en su asiento del coche especial el cual le había protegido de la violencia del choque. El niño no se había dado cuenta de lo que había pasado y estaba feliz y aun riéndose porque estaba comiendo un dulce que su madre le había dado. Los auxiliares se sintieron impactados al ver las dos imágenes tan contradictorias, una señora muerta y su hijo riéndose con su dulce.
Pero entonces, al sacar con ternura al niño de los restos del accidente, el dulce cayó al suelo y el niño comenzó a llorar. Estaba completamente inconsciente a la verdadera tragedia que había pasado, la muerte de su madre, porque estaba distraído por algo que casi no tenía importancia, su caramelo.
¿No son muchos seres humanos así? No lloran por la verdadera tragedia de la vida, el pecado y de cómo les aleja a ellos y a sus amados de Dios, sino lloran porque pierden una cantidad de dinero, un juego de fútbol o algún otro dulce de poca importancia.
Al decir Jesús, «bienaventurados los que lloran,» (Mateo 5:4) es probable que hubiera tenido en mente más que nada a los que tienen conciencia tierna para llorar por el pecado. Lloremos por lo que en verdad es trágico – la muerte y la ruina que viene del pecado (Juan 11:35; Mateo 23:37-39) y no por los dulces de este mundo que a fin de cuentas no valen un bledo. (historia del Internet)