¿La confusión? o, ¿La transgresión?

¿La confusión? o, ¿La transgresión?

De «Creced» 10/2013

¿Usted ha oído alguna vez a alguien que trata de explicar su pecado así, “Es que me he confundido tanto, que ya no sé lo que es correcto”? Por lo general, el individuo que dice tal cosa es alguien que antes tenía fuertes convicciones, pero ha actuado en contra de ellas o está por hacerlo.

El Espíritu Santo dijo acerca de Eva en 1 Timoteo 2:14, “la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.” Decir que fue engañada no es decir que era ignorante. Ella citó perfectamente lo que Dios había dicho acerca de no comer del árbol en medio del huerto (Génesis 3:2,3) Fue engañada al llegar a pensar que hubiera alguna razón legítima por desobedecer a Dios.

No sabemos por cuánto tiempo Adán y Eva se negaron a comer del árbol prohibido. Puesto que había muchos otros árboles sanos de qué comer, no había necesidad de comer de él. Al principio no hubo confusión en cuanto al camino correcto con respecto a él y estaban felices al ignorar el árbol prohibido. Pero entonces, se presentó Satanás y llamó la atención de Eva al árbol que ella antes había evitado. Presentó el fruto del árbol como algo hermoso y agradable y le convenció, tal vez al comer él mismo de él, que era bueno. Si Satanás comió del árbol, el hecho que no murió habría apoyado su afirmación que al comer de él uno no moriría. Se puede imaginar como la confusión en la mente de Eva estaba aumentándose. Los puntos que ella había tomado en cuenta para no comer del árbol prohibido, estaban siendo combatidos por otros puntos a favor de hacerlo. ¿Cuáles eran válidos? Los dos puntos de vista parecían tener razón.

Si Adán hubiera estado más cerca de ella o si Dios hubiera hablado otra vez, quizás ella se habría acordado de las razones para no comer el fruto, pero en la actualidad la voz de Dios llegó a ser distante en su memoria al exagerar Satanás lo deseoso del fruto por medio de sus mentiras superficiales. Lo único que faltaba para inclinar la balanza fue una sugerencia que había virtud al comer—al hacerlo ¡iba a llegar a ser como Dios! ¿Por qué preocuparse tanto por una prohibición legalista? ¿Quién podría oponerse a querer ser como Dios?

“Y tomó del fruto y comió” (Gen. 3:6). ¡Palabras trágicas! ¡Consecuencias trágicas que llegan hasta nosotros hoy!

El gran error de Eva fue el permitirse contemplar la desobediencia. Fue el mismo error de Acán cuando vio por primera vez “un manto babilónico” (Jueces 7:21), de David cuando vio a su vecina bañándose (2 Samuel 11:2) y de Judas cuando por primera vez pensó entregar a Jesús. Es el mismo error que todos nosotros cometemos cuando pecamos.

La Biblia dice, “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1:14)

Dios nos da suficiente defensa para combatir la tentación. Si somos sabios y meditamos en las leyes de Dios en estas circunstancias (Salmo 119:11) y pedimos ayuda de Dios (Mateo 6:13), Él nos proveerá “la salida” (1 Corintios 10:13).

Pero demasiadas veces, para ser de “mente abierta” u “objetivos” nos sentimos obligados a considerar “el otro lado” y analizar “los argumentos” a favor del pecado. Quizás lleguemos al extremo de repetir como un loro la frase existencial, “Tengo que alejarme de todo para revisar la situación.” Si queremos decir con esto que queremos alejarnos de otros por un tiempo para estudiar la Biblia, meditar en ella y orar, ¡magnífico! Pero por lo general esta frase quiere decir, “Déjenme en paz para que yo pueda racionalizar el pecado que me está seduciendo, sin tener que razonar con aquellos que me aman y quieren exponer mi locura con las escrituras y la lógica.”

Este conflicto entre la conciencia y la pasión, entre la lógica y la emoción, entre la autoridad y la anarquía, entre la carne y el espíritu, sí, produce la confusión—la confusión que nos lleva hacia la locura. Pero es una confusión por la cual somos responsables y afecta mayormente a los que “se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos…» y que “no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.» (2 Tesalonicenses 2:10, 12). Nunca debemos sorprendernos cuando tal individuo, siendo engañado, incurre la transgresión.

En los días de Jesús, “Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él.” (Juan 7:43). Estaban confundidos debido a las contradicciones entre sus afirmaciones y las acusaciones de sus gobernantes. Jesús especificó claramente quiénes no iban a confundirse, “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta “ (Juan 7:17). El querer hacer la voluntad de Dios nos salvará de la confusión, el engaño y la transgresión que arruinaron a nuestra madre. (Por Sewell Hall)

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