MIGUEL PADILLA

MIGUEL PADILLA

¡Un Buscador!

De «Creced» 6/1996

HUYENDO DE SU PUEBLO

Leer la Biblia fue considerado como un acto de rebelión en muchos pueblos rurales y tradicionalistas de Michoacán, México en la década de los 1950’s. No obstante, la Biblia era una fuente de consolación para Miguel Padilla y la leía todos los días. Poco a poco comenzaron a haber cuchicheos en el pueblo que Miguel leía la Biblia y éste comenzó a recibir amenazas, fomentadas por el sacerdote. Por fin, Miguel tuvo que dejar su pueblo porque temía que algo feo sucediera a su familia. Jamás volvió.

TRATANDO DE SOBREVIVIR EN TAMAULIPAS

Miguel andaba por varias partes de México con su familia buscando trabajo pero no encontró donde radicarse. Finalmente alguien le contó que el gobierno regalaba terreno a los campesinos en el matorral de Tamaulipas cerca al pueblo de San Fernando. Se mudó allí con su familia y comenzó a cultivar la tierra para ganarse la vida a duras penas. El ejido donde vivían llegó a ser conocido como Francisco (o, Pancho) Villa.
¿»Sabe como es no tener nada de comida para dar a su familia»? me preguntó el hermano Miguel al recordar el primer año en Pancho Villa. Muchos habitantes recurrieron a comer los ratones para sobrevivir. El hermano Padilla tuvo una vieja escopeta y de vez en cuando logró matar conejos para comer. Bebieron agua de una charca cerca del pueblo.

OTRO TIPO DE HAMBRE

Los ruidos del estomago vacío no señalaron la única clase de hambre que el hermano Miguel tenía en aquellos días. Muy tarde en la noche, Miguel abría su Biblia para leer acerca de Jesús. Quería servirle, pero ¿cómo? Hubo una pequeña iglesia pentecostal en el ejido y Miguel comenzó a asistir sus reuniones. Sin embargo, a pesar de la oración ferviente, Miguel no pudo recibir el arrebato emocional que los pentecostales llaman «el bautismo en el Espíritu Santo». Una noche en la reunión, un amigo que supuestamente estaba lleno del Espíritu, tomó una silla y con ella dio un golpe fuerte a la cabeza de Miguel diciendo, «así hace el Espíritu con los que niegan hablar en lenguas». Fue el colmo para Miguel, y se dio cuenta que el pentecostalismo no es el camino del Señor. Pero, ¿adónde ir?

LLEGA UN PREDICADOR

Un día llegaron noticias a Miguel acerca de un hombre de Matamoros llamado Arturo Rodríguez, quien iba a llegar a «Pancho Villa» para dar estudios bíblicos en cuanto a cómo ser un cristiano sin juntarse con ninguna secta. Esta idea fascinó a Miguel y al oír el mensaje , comenzó a llenarse con alegría. ¡Fue lo que había buscado hace tantos años! Allí mismo Miguel fue bautizado en Cristo y con gran gozo comenzó el camino del Señor. Empezó a hablar con su familia y sus amigos acerca de Cristo. Muchos obedecieron el evangelio y una pequeña congregación fue formada y comenzó a crecer.

LA CONGREGACIÓN EN «PANCHO VILLA»

Los hermanos construyeron un pequeño local y el hermano Miguel comenzó a buscar a predicadores para enseñar a los nuevos hermanos. Allí llegaron Arturo Rodriguez, Fernando Coronado, Vicente Ramírez, Glenn Rogers, Mack Kercheville, Wayne Partain, Bill Reeves y otros hermanos respetados. Con la rica comida espiritual y con el ejemplo del hermano Miguel, la congregación creció tanto que en poco tiempo no hubo lugar en el pequeño local para todos. Luego construyeron otro local más amplio con madera que el hermano Partain logró traer de Texas.
Durante los pasados 30 años el hermano Miguel ha hecho una guerra feroz en contra a Satanás en Pancho Villa. Aunque siempre hablaba en forma clara en contra al error, fue muy respetado por todos los habitantes. Sabían que sus convicciones no procedieron de orgullo sectario sino del amor y un profundo respeto por la Palabra de Dios.
«Un amigo…tomó una silla y con ella dio un golpe fuerte a la cabeza de Miguel…»
Cuando yo pude conocer al hermano Miguel, hace un poco más que un año, estaba llegando a ser obvio que su cuerpo, el cual había trabajado tanto para su familia y el Señor, estaba cansándose. El hermano Wenceslao Garza, un amado hermano que visita mucho en Pancho Villa me dijo, «el hermano Padilla no puede hacer lo que hacía antes». El hermano había pedido a su familia que pusieran una cama frente a su casa para que de allí él pudiera saludar a sus amigos que pasaban por la calle. Pero, aunque su cuerpo estaba perdiendo fuerza, la sonrisa del hermano indicó que era feliz y con una esperanza viva. Su esposa, sus hijos y muchos nietos continuamente le servían. Fue obvio que ellos le amaban mucho y sabían que les quedaba poco tiempo con él.

Hace poco me avisaron que el hermano Miguel había fallecido. Su funeral fue asistido por centenares de personas, no solamente por hermanos, sino también por muchos habitantes de Francisco Villa y San Fernando. Aunque una vez fue botado de su pueblo por leer la Biblia, ahora sé que Miguel Padilla ha sido recibido en triunfo en la presencia del Salvador.

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